Mi noche de no inspiración
aspira melancolía por la boca
y se desquita por la mano:
Vericuetos de un alma en pena
que se estanca en pormenores.
De una cuota de su inocencia
se apropia el pensamiento:
Para qué existen los techos
si el cielo está estrellado.
Y es tan mezquina
que no quiso explicar por qué:
dejó correr la sangre
dejó de correr la sangre
dejó la sangre para correr.
Me gusto mucho, muaaaa
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